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Lo que la ciencia dice sobre posponer la alarma del despertador

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El acto de pulsar el botón de «aplazar» en la alarma, generalmente llamado «snooze», es un hábito diario para muchos individuos. Aunque podría parecer un modo inocuo de obtener unos minutos extra de sueño, esta costumbre podría afectar negativamente la salud tanto mental como física.

Cambio en el hábito de sueño

El sueño humano se organiza en ciclos que incluyen fases de sueño ligero, profundo y REM (movimiento ocular rápido). Cuando se utiliza la función de «snooze», el cuerpo es despertado repetidamente durante las fases de sueño ligero, impidiendo que se alcance el sueño profundo y reparador. Esta interrupción constante puede llevar a una sensación de somnolencia y fatiga durante el día, conocida como «inercia del sueño». Además, la interrupción de los ciclos de sueño puede afectar negativamente el rendimiento cognitivo y la memoria.

Incremento del nerviosismo y la preocupación

Cada ocasión que el despertador se activa, ocurre un aumento en los niveles de cortisol, la sustancia responsable del control del estrés. Este aumento puede intensificarse con la activación repetida del despertador, dado que el cuerpo carece del tiempo necesario para adaptarse al estado de alerta. Niveles elevados de cortisol pueden generar sensaciones de ansiedad y estrés, afectando negativamente el bienestar emocional.

Alteración del ritmo circadiano

El ciclo circadiano representa nuestro reloj biológico interno encargado de gestionar los patrones de sueño y vigilia. Alterar este ciclo usando frecuentemente la función de «repetición de la alarma» puede desincronizar el reloj biológico, complicando el despertar natural. Esta alteración puede provocar problemas de sueño duraderos, como insomnio o desórdenes del sueño.

Impacto prolongado

El hábito común de retrasar la alarma podría tener un impacto acumulativo en la salud. La carencia de descanso reparador puede debilitar las defensas del cuerpo, incrementar el riesgo de padecimientos cardíacos y perjudicar la salud mental, facilitando la aparición de problemas como la depresión y la ansiedad.

Recomendaciones para mejorar los hábitos de sueño

Para mitigar los efectos negativos de posponer la alarma, se recomiendan las siguientes estrategias:

  • Establecer una rutina de sueño consistente: Acostarse y levantarse a la misma hora todos los días ayuda a regular el ritmo circadiano y mejora la calidad del sueño.
  • Evitar el uso del botón de «snooze»: Es preferible levantarse con la primera alarma para evitar interrumpir los ciclos de sueño.
  • Crear un ambiente de sueño adecuado: Mantener la habitación oscura, fresca y silenciosa favorece un descanso reparador.
  • Limitar el uso de dispositivos electrónicos antes de dormir: La exposición a la luz azul de las pantallas puede interferir con la producción de melatonina, la hormona del sueño.
  • Practicar técnicas de relajación: Actividades como la meditación o la lectura pueden ayudar a preparar el cuerpo y la mente para el descanso.
Por Otilia Adame Luevano

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