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¿Debe Europa defenderse de Trump?

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Ante el posible regreso de Donald Trump a la presidencia de Estados Unidos, líderes europeos han comenzado a replantear la arquitectura de defensa del continente, considerando escenarios que podrían modificar radicalmente el vínculo transatlántico. La creciente posibilidad de que el exmandatario retome la Casa Blanca ha encendido las alertas en varias capitales europeas, que ven con preocupación la incertidumbre sobre el compromiso estadounidense con la OTAN y con la estabilidad en Europa del Este.

Durante su anterior mandato, Trump expresó repetidamente críticas hacia la alianza militar del Atlántico Norte, cuestionando la utilidad de la organización y reclamando que los países europeos no aportaban lo suficiente en gasto militar. Estas tensiones generaron fricciones profundas con socios históricos y pusieron en entredicho la solidez de los acuerdos multilaterales de defensa colectiva.

Ahora, con las elecciones presidenciales estadounidenses a pocos meses de celebrarse y con Trump liderando las encuestas dentro del Partido Republicano, la Unión Europea (UE) empieza a anticipar un escenario en el que deberá asumir un papel más activo en su propia seguridad. Voces influyentes en el continente han afirmado que Europa ya no puede depender exclusivamente del paraguas de seguridad estadounidense y que ha llegado el momento de consolidar una autonomía estratégica real.

Alemania, Francia y otros países clave están promoviendo una mayor coordinación militar dentro del bloque comunitario. Se discuten propuestas como el fortalecimiento del Fondo Europeo de Defensa, el establecimiento de unidades militares conjuntas y el aumento del presupuesto común en áreas como inteligencia, ciberseguridad y defensa antiaérea. La idea es no solo aumentar la capacidad de respuesta ante amenazas externas, sino también reducir la dependencia tecnológica y logística de Estados Unidos.

Una de las principales inquietudes es el panorama en Ucrania. El respaldo de Estados Unidos ha sido esencial para mantener la defensa ucraniana contra la invasión rusa que comenzó en 2022. No obstante, la posible presidencia de Trump podría implicar una disminución significativa en el apoyo militar y económico a Kiev, lo que repercutiría directamente en el equilibrio geopolítico regional. Europa teme estar más vulnerable ante una Rusia más agresiva si el apoyo transatlántico se debilita.

En consecuencia, varios gobiernos europeos están agilizando sus propios planes de asistencia a Ucrania y deliberando sobre métodos para asegurar su protección a largo plazo. Además, se está considerando la formación de un comando europeo de reacción rápida, que pueda operar de manera autónoma en situaciones de crisis militar. Las charlas, a pesar de su dificultad, evidencian una convicción creciente de que el orden mundial surgido después de la Segunda Guerra Mundial está siendo puesto a prueba y que Europa debe estar lista para un entorno más inestable y multipolar.

El debate no se circunscribe solo al ámbito militar. Igualmente, se estima que una reconfiguración de la relación con Estados Unidos podría traer consecuencias en los campos económico, tecnológico y diplomático. Trump ha adoptado posturas proteccionistas y ha promovido medidas unilaterales que podrían afectar pactos comerciales, normativas digitales y la colaboración en áreas como el cambio climático o la inteligencia artificial.

Ante esta situación, la Comisión Europea y el Consejo Europeo están desarrollando planes detallados para aumentar la resiliencia institucional del bloque. Estos planes abarcan desde el robustecimiento de la política exterior compartida hasta la promoción de colaboraciones con otras potencias regionales como Japón, India y América Latina, con el objetivo de diversificar las relaciones internacionales de Europa.

A pesar de que el resultado electoral en Estados Unidos aún no está claro, Europa ya ha comenzado a reflexionar sobre las implicaciones. La posibilidad de que Trump regrese al poder no solo genera retos específicos en defensa, sino que también lleva al continente a reafirmar su identidad geopolítica. Según varios analistas, este momento es una oportunidad histórica para que Europa deje de ser un personaje secundario en la escena mundial y se establezca como una potencia estratégica por mérito propio.

Por Otilia Adame Luevano

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